viernes, 11 de septiembre de 2009

Qué bien estamos aquí!

Otro de los puntos fácilmente identificables, es el monte Tabor. El lugar de la transfiguración, donde Jesús se dejó ver en su gloria, para animar a los discípulos a lo que tenían en bandeja de entrada: la pasión y muerte. Un anticipo de la resurrección, aún en camino hacía la cruz, para mejor procesarlo. Gran pedagogo, no?
El monte es fantástico, y aún más la basílica que desde hace siglos conserva y venera este lugar. A cargo de franciscanos, como tantos otros  lugares de tierra santa (muchos adquiridos por la corona española y luego obsequiados a la orden, en atención a la peregrinación de Francisco a estas zonas), genera un ambiente de bienestar y gozo.  La vista panorámica, la majestuosidad de la iglesia de orígenes cruzados, todo acompaña a la experiencia de mirar el resto de Israel (y por qué no, de la propia vida) desde el balcón de la resurrección de Jesús. De la victoria asegurada.  Desde acá, la frase de Juliana de Norwich , "todo terminará bien" no suena tan descabellada. 

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