jueves, 10 de septiembre de 2009

Disposición ... cero.

Confieso. Sí. No tenía entusiasmo por este viaje. Me parecía que no era el tiempo oportuno. Que el ver la materialidad de los espacios por donde anduvo Jesús no iba a cambiar mi fe en él. Que tenía mucho de turístico. Que podía caer fácil en la superchería. Que me atacaría al ver la liviandad con la que se apropian de cuestiones profundas, y lo banal de transformar lo sagrado en mercancía. Que la historicidad de los lugares a visitar no sería fácilmente comprobable y que estaría escuchando muchas mentiras piadosas, redituables,  que seguramente luego haría el viaje con laicos de mi diócesis, etc.etc.  Casi que prefería irme a Grecia por la mitad del precio. O algo más raro.
Y sin embargo, un motivo fue el determinante: la amistad. Los entusiasmados eran mis amigos curas de Roma. Y cómo desde hace tiempo entendí que las vacaciones no las hace principalmente el lugar sino con quien las disfrutás, me subí al proyecto. Sin mucha expectativa. Más bien, ninguna. "Que me sorprendan...!, pensaba. Y vaya que sucedió...

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