viernes, 11 de septiembre de 2009

Desierto, más desierto

Haciendo base en Nazareth, dimos vuelta por varios lugares claves de la Galilea. Y una vez más, entre uno y otro, vastas extensiones de desierto. Sugestivo. Entre manifestación y manifestación, el silencio árido, la ausencia de vida, lo desabrido de un paisaje que no encanta y más bien espanta. Toda una parábola de nuestra vida.
Con qué facilidad ejectamos los desiertos anímicos, vitales que se siembran en nuestras historias! Cómo si no prepararan a modo de silencio en la música, grandes apariciones de lo sustancioso. Creo que ellos, hóstiles como son, nos recuerdan nuestro lado más humano y limitado. Nuestro venir del polvo. Tanto shopping, tanto vivir aturdidos, nos arrancan de ellos que aunque incómodos, son fundamentales para dar contorno a lo que sí se muestra vital. 

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