viernes, 11 de septiembre de 2009

Gracias a una cabra díscola..

 A principios del siglo XX un pastor hebreo arriaba sus animales por estas inhóspitas montañas, cuando una cabra rebelde se escondió en una cueva cavada en la piedra. Este tuvo que ir a buscarla personalmente, y se encontró unas vasijas un tanto antiguas... Contenían los famosos rollos de Qumrán, que se remontan al siglo I d.C. 

Bajando ya hacia Jerusalén, de paso encontramos el mar muerto. Visita obligada era Qumrán, con sus famosísimos rollos. Más allá de las películas chapuceras sobre este descubrimiento (Stigmata, por ejemplo, entre muchas), vale la pena recordar que aquí se asentó un monasterio de esenios (hebreos ultraortodoxos) que en la época del avance romano sobre toda la Palestina vieron necesario huir de las ciudades para dedicarse por entero a la contemplación, al cumplimiento de la ley y a la espera del Mesías. Mucho se dijo sobre la posibilidad de que Juan el bautista haya participado de esta comunidad radical. Otros hasta mencionan que Jesús mismo fue un esenio.  

Lo cierto, es que el valor de este descubrimiento reciente no sólo radica en el conocimiento de las costumbres del monaquismo hebreo de hace más de 2000 años -lo que ya amerita interés-  sino fundamentalmente  en el hecho de que gracias al clima tremendamente seco se conservaron rollos de pergamino con casi la totalidad de los libros del antiguo testamento, y algunos considerados hoy apócrifos. Son las copias originales más antiguas de estos libros importantísimos tanto para el judaísmo como para el cristianismo. 

Más información en http://es.wikipedia.org/wiki/Manuscritos_del_Mar_Muerto

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